
Cada día era lo mismo, era una monotonía que ya estaba harta de repetir, solo recibía miradas de asco, de pena, de comprensión, de desagrado, de aborrecimiento… era siempre lo mismo, nunca cambiaba, no sé si era mi impresión o cada vez era peor, cada vez eran más personas que se sumaban a esas miradas, pero sobretodo dos personas, esas dos persona hacían que mi existencia en esta vida fuera la peor que le hubiera pasado a una persona solo recibía de ellos empujones, insultos… Como cada día a las 13:00Pm en la hora de la comida me encontraba encerrada en uno de los cubículos de los baños esperando a que termine esta hora para poder salir de estas cuatro paredes llena de apodos, nombres, números de móviles, que en un tiempo determinado han grabado personas para dejar presente que una vez estuvieron aquí, algo ridículo, porque nadie va a saber quién fue esa persona o la persona detrás de ese número de móvil porque van a sentir total indiferencia por esos 9 dígitos.
Oigo que alguien entra dentro y cierra la puerta con un fuerte portazo, sin darme cuenta dejo de respirar como si mi respiración fuera lo más estruendoso de aquí. Siento como se va acercando al cubículo donde me encuentro, pero después me relajo al saber que no puede entrar porque esta echado el pestillo a la puerta, enseguida termina mi sosiego cuando empieza a hablar sabiendo que yo estoy aquí.
-Sal-me ordenó su voz autoritaria. De mi parte solo recibió silencio, así pasaron un par de minutos hasta que se fue con un portazo de despedida y después de eso solté todo el aire acumulado, abrí el pestillo y salí, me acerqué al lavabo y me refresqué la cara para eliminar la señal de lágrimas en mi rostro pálido, me quedé un rato pensando, ¿por qué me pasaba todo eso? ¿Yo que había hecho para conseguir todo esto? Solamente era una chica de pelo azabache, ojos azules…
Cuando salí del baño fue como si una luz se iluminara sobre mi cabeza porque todas las personas que pasaron por al lado mía se giraban descaradamente para mirarme con esa forma que a mí me desagradaba notoriamente pero ellos no hacían nada sino que acentuaban su forma de mirar y eso hacía que mis ojos se empañaran en lágrimas de impotencia por no poder hacer nada para arreglarlo.
Esta fue la gota que colmó el vaso, cada persona tiene un tope y ya descubrí el mío, estaba harta de esas caras de desagrado, de aborrecimiento, ¡Estaba Harta!, esas personas no saben cómo me sentía yo por dentro y nunca lo sabrán porque son egoístas por no dejar a una persona en paz y de juzgarla sin saber cómo soy ni quien soy.
Sentía como las lágrimas se desbordaban por mis ojos y para evitar que me vieran derrumbarme en frente de ellos, solamente salí corriendo empujando a la gente que se interponía en mí camino, oía insultos dirigidos a mí, pero ya me daba igual, la gente que formaba ese instituto ya me era indiferente.



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